Saber Esperar

Cuando Alejandro Magno estaba preparando su campaña contra Persia, tenía tanta confianza en el éxito de su empresa, que antes de partir, distribuyó entre sus amigos y capitanes todo cuanto poseía. El que había de ser sucesor de Alejandro, sorprendido y extrañado de tanta generosidad, le preguntó: “¿Qué guardas para ti?” a lo que contestó “Para mí, guardo la esperanza”. Contrariamente a lo que se suele hacer, cifró su seguridad en un futuro optimista, antes que en sus bienes estables. 

La esperanza aglutina elementos muy valiosos para la fortaleza, la seguridad, la ilusión, la libertar y la dicha. Si andas escaso de esperanza, te pasará como a otros que nunca la tuvieron, serás un ser tocado de cierta amargura por la carencia de lo fundamental. Por el contrario, una buena dosis te potenciará el ánimo a niveles insospechados, hará más útiles sus conocimientos y te proporcionará un talante inspirado, capaz de extender vida a otros.

El buen desarrollo de la existencia no es una cosa fácil. Es posible que tengas hostilidad en tu medio ambiente. Quizá en lo privado tengas algún que otro desvarío, inconsecuencias o fracasos. Al mismo tiempo tendrás mucho que alcanzar o conquistar. Algunas veces sentirás que está a punto de romperse el cordón de la vida. Y quedas mal parado cuando “tiras la toalla” y te sientes en lo profundo de tu alma como un relajo arrastrando frustración. 

La esperanza te aleja de todo estado de rigidez quebradiza, haciendo más flexible tu existencia. Es como un maravilloso amortiguador que te fortalece ante los infortunios ineludibles y te capacita positivamente antes las renovadas situaciones que aparecen de improviso, cuando menos lo esperas. Pero, ¿cómo se obtiene elemento tan importante?, ¿cuánto cuesta o cómo se fabrica? La verdad es que la esperanza, como los valores más grandiosos, ni se compra ni se vende. Como el aliento de vida, se recibe al nacer. Dios la ofrece a quienes, humildes, quieren recibirla. Nunca des la espalda a Dios, porque él solo trata de enriquecerte con aquellos dones auténticos, que son mucho más valiosos que todo el oro del mundo. [1]

¿Qué sería de la vida del ser humano si no tuviéramos esperanza? 

Si tuviéramos que definir la esperanza en pocas palabras podríamos definirla de esta manera: esperar a que algo suceda, o esperar alcanzar los deseos del corazón. ¿En dónde pone entonces el ser humano su esperanza? ¿Cuál es la fuente de la que esperamos recoger los deseos de nuestro corazón? Algunos quizá colocan su esperanza en los negocios o en el dinero; otros en cambio quizá en sus relaciones, poniendo su esperanza en el amor. Pero ¿Quieres saber en dónde pone su confianza un cristiano?

La esperanza es algo indiscutiblemente inherente al carácter de un cristiano. Decidir seguir a Cristo es abrigar en el corazón una esperanza que excede a la propia vida terrenal. Nosotros esperamos una vida eterna junto a nuestro padre celestial. De esto les escribe Pablo a la iglesia de Éfeso: 

16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,

17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él,

18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,

¡Tenemos una esperanza eterna e indestructible! ¿Quieres poner tu esperanza en algo que no sea perecedero? Acércate y conoce de esta nueva esperanza en Cristo Jesús.

Qué dice la Biblia sobre la esperanza

20 No acabará de romper la caña quebrada

    ni apagará la mecha que apenas arde,

hasta que haga triunfar la justicia.

21     Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza».

Mateo 12:20-21 (NVI)

Alma mía, en Dios solamente reposa,

Porque de él es mi esperanza. 

Salmos 62:5

Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos.

Efesios 1:18

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Hebreos 11:1

Así dice la Escritura: «Miren que pongo en Sión una piedra principal escogida y preciosa, y el que confíe en ella no será jamás defraudado».

1ª Pedro 2:6 (NVI)

Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.

Romanos 15:13

La esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.

Romanos 4:5

[1] Rodrigo Marín, J. L. (1996). Fruta nueva. Madrid: Sociedad bíblica. (pp. 88)