5 de marzo – Día de la conciencia

El ser humano está sumido en el conflicto desde el principio de su existencia: comenzando con la constante batalla de autodestrucción, tan propia de nuestra especie, y siguiendo con la permanente lucha de la destrucción del otro por el simple hecho de serlo. Se antoja utópica la idea de dos ejércitos enemigos abrazando la paz cuando suena a broma la posibilidad de reconciliación entre un padre y un hijo que llevan años sin hablarse, o entre un marido y una mujer que tiran la toalla en un ring sin resquicio alguno de solución.

¿Será que estamos destinados al desastre? ¿No existe un escenario posible de heridas que se curan, derrumbes que se reedifican, lágrimas que se secan?

Como cristianos, conocemos la raíz de este desastre, el virus de estos síntomas. Y también el destino al que lleva esta enfermedad. La Biblia no deja lugar a dudas:

Por cuanto todos pecaron y están apartados de la gloria de Dios

Romanos 3:23

Adán y Eva fueron el paradigma, nosotros no hemos sido menos: expertos en querer vivir nuestras vidas a la carta, sin más dios que el que vemos cada mañana al mirarnos en el espejo.

Está rota nuestra relación con el Creador, roto nuestro mundo, rotas nuestras relaciones, rotos nosotros.

Porque la paga del pecado es la muerte…

Romanos 6:23a

¿Hay arreglo posible? No comulgamos con la idea, cada vez más extendida por lo rentable de su naturaleza, de que la solución está dentro de nosotros. Más bien, miramos fuera de nosotros mismos para hallar, en la segunda parte del verso anteriormente citado, la solución al problema:

…mas el regalo de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús

Romanos 6:23b

Un regalo, una gracia. No un pago, no un premio. Gracia, por amor. Porque:

…siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros

Romanos 5:8

Cuentan los evangelios que cuando Jesús murió en la cruz, el velo del templo que separaba al ser humano de la presencia de Dios se rasgó (Marcos 15:38). Esta eliminación de la distancia entre lo humano y lo divino, lo impuro y lo perfecto, abrió un camino de salvación para nosotros.

Porque de tal manera amó Dios al mundo que envió a su único hijo para que todo aquél que en Él crea no se pierda, sino que tenga vida eterna

Juan 3:16

Y es que Dios, “que no hace acepción de personas” (Romanos 2:11), se interesa más por nuestro interior que por el color de nuestra piel o las cifras de nuestra cuenta corriente.

Porque Dios no mira lo que mira el hombre: el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón.

1 Samuel 16:7

Para Dios “ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, no hay varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.”

Gálatas 3:28

Ya está, este es el secreto. No lo encontraremos en buenas intenciones, ni en lo más profundo de nuestra mente, ni siquiera en declaraciones, pactos y leyes. Tendremos paz cuando tengamos a Cristo, tendremos conciencia cuando Jesús sea el criterio que la guíe, seremos buenos solo cuando Él nos justifique.

“Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba.”

Efesios 2:14

Y mientras tanto lloramos, nos (con)dolemos. Miramos a nuestro alrededor y vemos huecos que solo Dios puede llenar. Pero perseveramos en la oración por nuestro mundo y en la esperanza de “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apocalipsis 21:1), un tiempo en el que Dios:

“enjugará toda lágrima de los ojos de ellos, y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor”

Apocalipsis 21:4

Amén.
Que así sea.