La Biblia dice en 1ª Juan capítulo 4 que Dios es Amor. Los que lo hemos experimentado damos testimonio de que esta es palabra fiel y verdadera. Cuando se trata de seres humanos, el Amor sucede en una relación. Y un elemento fundamental de la relación es el pasar tiempo juntos, hablando, compartiendo las cosas de la vida.
Con Dios es igual: orar es hablar con Dios como lo haríamos con un amigo muy querido, al que podemos abrir nuestro corazón con toda confianza.
Es así de sencillo, tanto que parece imposible. Incluso los apóstoles tuvieron que pedir a Jesús: “Enséñanos a orar” en Lucas 11 y Mateo 6. Jesús les dio un modelo, el Padrenuestro. Pero además les dio unas recomendaciones prácticas, entre otras que es inútil la repetición vacía, sin poner el corazón en lo que se dice a Dios.
El modelo del Padrenuestro es una ayuda, una guía sobre algunos aspectos fundamentales para la oración y la relación con Dios, donde destaca la figura de Dios como Padre. Pensemos nuevamente en cómo hablaríamos con un amigo: nadie hablaría con fórmulas estereotipadas ni repeticiones hasta aburrir.
Además, Cristo recalca la necesidad de orar siempre, con perseverancia (Lucas 18).
La vida de Jesucristo fue también un ejemplo sobre la oración. Frecuentemente se retiraba a orar a solas, por la mañana o por la noche, y hablaba con Dios de forma espontánea, natural, según el momento y situación. Por ejemplo, en Lucas 6,12 Cristo ora antes de la elección de los 12 apóstoles, en Juan 11:40-42 da gracias a Dios por haberle escuchado después de realizar un milagro; en Mateo 26:38-39 está en el huerto de Getsemaní, y expresa su angustia a Dios, antes de su Pasión y Muerte.
La oración es tan importante en la relación con Dios que la Biblia dedica un libro completo, el de los Salmos. Es una colección variada de poemas pensados en su mayoría para ser cantados, de varios autores, algunos anónimos, escritos la mayor parte hace unos 30 siglos.
Los salmos ayudan a entender el carácter de Dios, a nosotros mismos y a nuestra relación con Dios. Los salmos describen una gama completa de emociones humanas: gozo, desesperación, culpa, consuelo, amor, odio, agradecimiento o insatisfacción, y por tanto ilustran el diálogo con Dios en una gran variedad de circunstancias de la vida.
Los Salmos describen también a Dios y muestran la amplia gama de respuestas humanas a Dios: alabanza, confesión, súplica, acción de gracias.
La oración es hablar con Dios. En cualquier momento, sea cual sea tu circunstancia, puedes abrir tu corazón a Dios sin temor y hablar con El. Dios no te va a juzgar ni rechazar, porque Dios te ama y eres precioso para Él.
Por José Ignacio Redondo
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