La historia nos habla de innumerables acontecimientos protagonizados por hombres y mujeres de diferentes lugares y épocas, que han estado cargados de violencia. Es difícil entender qué pensamiento o ideología podía mover a aquellas personas que se encontraban en un marco histórico tan diferente del nuestro a actuar de esa manera. Sin embargo, hoy en día, cuando leemos las noticias o vemos la televisión podemos ver con claridad que no nos encontramos en una realidad tan distinta.
Seguimos viviendo en un mundo violento, y más a menudo de lo que imaginamos, nos vemos envueltos en él. ¿Alguna vez has presenciado un acto violento? ¿Alguna vez has dañado a alguien con tu forma de hablar o de actuar aún incluso sin proponértelo? ¿O tal vez has cantado una canción cargada de lenguaje hiriente o reído por un comentario dañino en las redes sociales? La violencia en ocasiones se cuela en nuestra vida incluso de la forma más sutil; como una pequeña bacteria que resulta invisible para los ojos, pero que con el tiempo se reproduce hasta el punto de poder acabar con nuestra salud.
Quizá aquellas generaciones pasadas fallaron al comprender cuál era su papel como seguidores de Cristo. Quizá nosotros sin darnos cuenta, en nuestro afán de supervivencia en un mundo que parece cada vez más roto y en el que a menudo nos sentimos superados bajo la exigencia del día a día, estemos también dejando de lado nuestro papel como cristianos.
¿Pero qué papel tenemos? Es tan sencillo como esto: SEGUIR A CRISTO. Si Cristo ama a Dios, entonces nosotros debemos amar a Dios por encima de todo. Si Cristo ama a todas las personas hasta el punto de sacrificar su vida por ellas, entonces nosotros trabajaremos sin descanso por llegar a amar algún día como él lo hace. Si Cristo murió para reconciliar al ser humano con su creador, nosotros anunciaremos a toda persona la maravillosa noticia. Y si Cristo trabajó sin descanso por la llegada del REINO DE DIOS, nosotros trabajaremos también sin descanso por ello. Jesús enseñaba a sus discípulos precisamente sobre esto, sobre cuál debe ser el carácter y la forma de obrar de un seguidor suyo. Y así, leemos en Mateo 5:9: “Dichosos los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios”. Hoy, 21 de septiembre celebramos el día internacional de la Paz. ¿Qué mejor día para comenzar a trabajar por el Reino de Dios?
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrá límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre” Isaías 9:6-7.