DE ESPECTADOR A PESCADOR
Hoy, mientras reflexionaba sobre la Palabra, una idea me asaltó con fuerza. Siento que, en esencia, podríamos dividir a las personas en dos grandes categorías, aunque seguramente existen muchas más …
Hoy, mientras reflexionaba sobre la Palabra, una idea me asaltó con fuerza. Siento que, en esencia, podríamos dividir a las personas en dos grandes categorías, aunque seguramente existen muchas más …
Buenos días a todos. Es un placer estar aquí hoy, aunque mi voz suene un poco a camionero después de mi aventura en Aglow. Cantar frente a tres mil mujeres …
El amor De Dios constituye la columna vertebral de la historia bíblica. El amor de Dios alcanza su máxima expresión en la muerte de Jesucristo, que es la manifestación suprema de su amor y compasión por el pecador.
Nuestras vidas naufragan cuando se asientan en falsas seguridades. Sólo Jesucristo es un cimiento sólido, un ancla firme en las tormentas de la vida.
La imagen de la cuerda floja ilustra muy bien la experiencia de Daniel, y también la nuestra, porque vivir la vida cristiana en medio de nuestra sociedad, entorno en el que el Señor nos ha puesto, tiene que ver con caminar haciendo equilibrios.
La resurrección de Jesús es un hecho crucial para los cristianos. Tanto es así que sin resurrección nuestra fe carecería se sentido (1ªCorintios 15:14). Ahora, ¿cuáles son las evidencias de su resurrección? ¿Hay razones para creer que Cristo Vive?
De la misma manera que Pablo, nosotros no hemos sido llamados a hacer copias de buenos evangélicos, clones de una particular y local cultura evangélica sino a rescatar personas en el nombre de Jesús.
Jesús demanda a sus discípulos: “que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt.28,20), ¿pero a qué Jesús obedecemos? ¿Hay un Jesús a la medida de cada uno? ¿Hay una verdad a la carta según el sentir de cada uno? Un versículo puede traer luz en medio de tanta confusión y falta de criterio: 1ªPedro 1,22.
Como aquellos que decidían mirar la serpiente para salvar su vida, nosotros podemos decidir mirar a Cristo para salvar la nuestra. Así, lo que creemos determina nuestro destino, y ese destino es una decisión personal.
En esta sociedad individualista hemos perdido el vínculo entre mi sufrimiento y su sufrimiento, pero la apertura del corazón para con-sentir con otros, riendo o llorando, es el legado que va a quedar después que todo lo demás pase. Y esto es lo que ser iglesia nos permite vivir.