Predicación por Alberto Moral
26 Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; 27 para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. 28 Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos. Hechos 16: 26-28
Dios, de una sangre ha hecho el linaje de los hombres, nos ha hecho a todos nosotros, y nos ha prefijado el orden de nuestros tiempos, los límites de nuestra habitación, aquello que no podemos cambiar. En otras palabras, tus circunstancias no son un accidente, sino que de alguna manera es algo que Dios tiene bajo su control, con un propósito mayor que la propia existencia… que, aunque sea palpando, le busquemos y le encontremos. Entendamos que nuestra vida no es un accidente del destino, sino que Dios está cerca de cada uno de nosotros.
Y si algo aprendemos de las Escrituras, es que la muerte no es el fin de la existencia, sino un cambio radical en el estado del ser humano.
Para todos nosotros, la muerte encierra una gran frustración, ya que en nuestros corazones anida el ansia por la inmortalidad. Todos sabemos que moriremos, pero eso no es lo importante en esta materia. Lo que definitivamente nos acongoja es el proceso de muerte, el cómo moriremos. El temor y la agonía, el rechazo y el dolor, el miedo al castigo o lo incierto de la vida más allá de la muerte…todo esto hace que veamos la vida como una tragedia.
En la Biblia, Dios nos presenta la vida más allá de la muerte de una manera velada en cuanto a sus detalles y formas, más no en cuanto a su propósito, realidad, y también esperanza. El profeta Daniel recibió las siguientes palabras al final de sus días. Cuando recibió estas palabras era ya muy mayor y era evidente que se acercaba su fin. Había recibido sorprendentes visiones del futuro, pero él no llegaría a ver lo que había anunciado. Y Dios no presenta la partida de Daniel de una manera dramática; simplemente la señala como un hecho ineludible. No había nada que temer, Él lo tenía todo dispuesto.
“Pero tú, persevera hasta el fin y descansa, que al final de los tiempos te levantarás para recibir tu recompensa” (Daniel 12:13 NVI).