Amor al Dinero vs. Providencia Divina

Predicación 1 de mayo por Emmanuel Buch

La Biblia habla mucho del dinero, de los bienes, de cómo manejarse con este asunto. Ser cristiano modela la vida, la con-forma, incorporando determinados valores a la vez que expulsando otros: “No os conforméis [amoldéis al mundo actual, NVI] a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento …” (Rom.12,2). En cuanto a nuestra relación con los bienes materiales, el Señor Jesús quiere con-formar nuestra manera de pensar y de vivir en base al menos a cuatro principios básicos: la confianza en la providencia del Padre bueno, la honestidad como criterio general, el contentamiento en cuanto a nosotros mismos y la generosidad en cuanto a nuestros semejantes. Son valores subversivos en nuestra sociedad; son previos a cualquier ideología humana y están más allá de criterios morales humanos: responden a la voluntad de Jesucristo para sus discípulos, a la sombra de la Cruz.

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1. EL PODER DEL DINERO. Vivimos inmersos en una sociedad de la abundancia, que es sociedad de consumo. La supremacía del dinero, de la actividad económica, ha dejado en muy segundo plano la vida personal y espiritual. Toda la vida, individual y colectiva, está subordinada al dinero; el individuo se define como un “consumidor consumido por el consumo que le consume” (Carlos Díaz: Y porque me dueles te amo”. IEM, 2012. Pg.16).

Jesús advierte que las cuestiones relativas al dinero no son sólo de orden moral sino sobre todo de orden espiritual (Mt.6,24). Él llama al dinero Mammón (Mt.6,24), y al oponerlo a Dios, lo considera como una especie de divinidad (no en vano se dice que “el dinero es sagrado”). Jesús habla del dinero como una verdadera potencia, que tiene autonomía, que sigue su propia ley; una potencia que tiene valor espiritual porque orienta la vida de los hombres; una potencia espiritual de tal magnitud que puede seducir a cualquiera. Y el Señor nos advierte a todos frente a “la vanagloria de la vida” – “el orgullo de las riquezas” (1ªJn.2,16 -DHH), frente al peligro de ser ahogados por “el engaño de las riquezas” (parábola del sembrador, Mt.13,22).

2. PROVIDENCIA DIVINA. La Biblia no nos llama (a todos) a una vida de pobreza pero sí a no poner nuestro corazón, nuestra confianza, en el dinero sino en la providencia del Padre, cualquiera que sea la situación (Filip.4,11-12). No creemos en un Dios ausente sino sabio, bueno y poderoso que gobierna y sustenta el universo entero y mi pequeña vida (Lc.12,6-7). De esa verdad se derivan importantes consecuencias prácticas para con el manejo de los bienes materiales.

3. HONESTIDAD. Querer ganar dinero de cualquier modo y hacer del dinero objeto principal de interés es renegar del señorío de Dios, de la confianza en su providencia. Por eso recibimos el dinero como un signo material de la providencia de Dios, de su cuidado por nosotros, aunque sea fruto de nuestro trabajo (1ªCr.29,16). “Recibimos ese dinero de Dios, y debido a ello debemos ser lo bastante escrupulosos con respecto a los medios que empleamos para tener ese dinero; conviene, en efecto, que esos medios no deshonren a Dios.” (Jacques Ellul: El hombre y el dinero. Valencia: Fomento de Cultura Ediciones, 1966. Pg. 177).

4. CONTENTAMIENTO (Heb.13,5-6). La confianza en la provisión sabia del Padre nos libra de envidias, quejas, amarguras. Contentamiento, que literalmente es “satisfacción del alma” (G. Hendriksen: 1 y 2 Timoteo. Grand Rapids: SLC, 1979. Pg.225) y, por tanto, “liberación de la necesidad de consumir” (Ruth Valerio: Una vida justa y sencilla. Barcelona: Publicaciones Andamio, 2016. Pg. 126), convencidos de que: “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lc.12,15). Paradójicamente, una vida vivida en santidad, acompañada de contentamiento, es fuente de plenitud para la vida presente y eterna (LEER 1ªTim.4,8; 6,6-10).

“El contentamiento es el espíritu tranquilo [no quejoso] interior [no viene del exterior] que, con gracia [no fruto del esfuerzo humano] y gozo, descansa en la providencia de Dios.” (Erik Raymond: En busca del contentamiento. Barcelona. Publicaciones Andamio, 2019. Pg. 38). No es apología de la pobreza, sino aceptación gozosa de las circunstancias materiales a las que el Padre nos lleve en cada momento. El Evangelio nos invita a una vida de sencillez y contentamiento en lo material. El apóstol Pablo describe la avaricia como idolatría (Col.3,5) y el amor al dinero como “raíz de todos los males” (1ªTim.6,10). Por cierto, cuando el apóstol añade que por causa del dinero algunos “se extraviaron de la fe”, está recordando de nuevo que el tema del dinero es mucho más que un asunto moral, es un asunto de calado espiritual. Esa llamada al desapego no era fruto de una expectativa equivocada del inminente regreso de Jesús, sino de la convicción de que “la apariencia de este mundo pasa” (1ªCor.7,29-31). 

5. GENEROSIDAD. “La mejor manera de romper el poder del dinero sobre nosotros es siendo generosos” (Tim Keller: Sabiduría de Dios para navegar por la vida). “Tener un enfoque generoso es una de las mejores maneras de asegurarnos de tener una actitud correcta y práctica sobre nuestro dinero y nuestros bienes.” (Ruth Valerio: Una vida justa y sencilla. Barcelona: Publicaciones Andamio, 2016. Pg. 286) Jesús nos llama a “descubrir la alegría de dar” (Ruth Valerio: Una vida justa y sencilla. Barcelona: Publicaciones Andamio, 2016. Pg. 126). Porque asombrosamente: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch.20,35).

“A todos sus seguidores [Jesús] los llama a una libertad interior de la seducción de las riquezas (puesto que es imposible servir a Dios y al dinero) y a una generosidad dispuesta al sacrificio (‘que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos’, 1ªTim.6,18). En efecto, la motivación y el modelo de la generosidad cristiana son nada menos que el ejemplo de Jesucristo mismo, quien, siendo rico, se hizo pobre para que nosotros por su pobreza fuésemos hechos ricos (2ªCor.8,9).” (John Stott: El discípulo radical. Buenos Aires: Ediciones Certeza, 2012. Pg. 73. Citando una Declaración del Grupo de Trabajo sobre Teología y Educación del Comité de Lausana para la Evangelización del Mundo, presentado en Octubre de 1980)

6. UN TESORO MAYOR. “El conflicto es en definitiva un conflicto de amor, una decisión del amor por Dios o del amor por el dinero” (Jacques Ellul: El hombre y el dinero. Valencia: Fomento de Cultura Ediciones, 1966. Pg. 132). El amor compromete al hombre entero, nos liga por entero a lo que amamos. Por eso dice Jesús: “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt.6,21). La tentación del dinero se vence cuando “la verdadera riqueza es Dios mismo. (…) donde está Dios, el oro no significa ya nada y pierde al mismo tiempo su atracción como poderío humano.” (Jacques Ellul: El hombre y el dinero. Valencia: Fomento de Cultura Ediciones, 1966. Pg. 109) (Job 22,24-25). El Señor nos invita a desasirnos del espíritu seductor del dinero. Jesús nos llama a sus discípulos a una “libertad interior de la seducción de las riquezas y a una generosidad dispuesta al sacrificio”(John Stott: El discípulo radical. Certeza, 2011. Pg. 73). Para ello, nada mejor que disfrutar de un tesoro mayor: Jesús mismo.