Por Su gran amor con que nos amó

Predicación 27 de marzo por Alberto Moral

Nuestra tendencia natural es la de “sacar adelante los ministerios” lo mejor que podemos sin formularnos demasiadas preguntas “¿por qué? A veces no nos queda tiempo para preguntarnos ¿por qué hacemos lo que hacemos? ¿Qué sentido tiene toda esta actividad? ¿Cuál es realmente el propósito de la vida cristiana?

El apóstol Pablo exhorta a sus lectores a comprender el por qué. El por qué, no solo nuestro, sino también de Dios, y nos anima a vivir a la luz de la respuesta.

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1. INDIGNOS DEL AMOR DEL DIOS (2:1-3)

En este texto, Pablo afirma que todos los seres humanos eran “por naturaleza hijos de ira”. Por naturaleza se entiende lo que somos esencialmente, y aunque el texto no amplía este punto, la connotación habla de una responsabilidad personal, que inevitablemente conduce a un juicio justo.

Este mensaje no puede ser más contracorriente en un mundo en el que el pecado no existe. Un mundo donde el problema del ser humano se encuentra fuera de él, en sus circunstancias. Pero según la revelación de Dios, nuestro problema somos nosotros mismos. Estamos muertos en un sentido espiritual. Es decir, hemos estropeado nuestra propia vida hasta el punto que nos hemos vuelto inútiles según el criterio de Dios.

El panorama que presenta el versículo 3 del ser humano, de nosotros mismos, es que somos esclavos, pero no de fuerzas externas, sino de nuestros propios deseos. Como humanos, tanto los judíos con su Ley como los gentiles sin ella se encuentran en el mismo atolladero, a saber, vivir “para satisfacer los deseos de la carne y de la mente”. 

En tres versículos, el apóstol nos transmite un veredicto tajante: todos nosotros somos pecadores, merecedores de la justa ira de Dios, estamos espiritualmente muertos y somos completamente incapaces de hacer algo para salvarnos por nosotros mismos. En definitiva, ni estamos viviendo, ni tenemos la capacidad de vivir, una vida virtuosa que complazca a Dios.

Por consiguiente, no tenemos ningún fundamento para dar por hecho que Dios debería amarnos y aceptarnos solo porque de forma innata merecemos ser amados, por el alto concepto que tengamos de nosotros mismos o por nuestros rutilantes éxitos. Y escuchar esto es muy duro, sobre todo en una cultura donde prima la autoestima acrítica. 

2. AMADOS CON GRAN AMOR

4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Efesios 2:4-5.

La primera gran noticia es que Dios es rico en misericordia, es decir es abundante en misericordia. Y esta expresión evoca una imagen de compasión, la compasión que Dios siente por una humanidad perdida y muerta; la imagen de un Dios que actúa en favor de los necesitados.

La segunda idea de este texto es que sus actos de salvación son expresiones de gracia. “Por gracia habéis sido salvos”. A menudo se traduce la gracia como “un favor inmerecido”, un regalo que se la hace a alguien con intención de beneficiarle. 

Desde el punto de vista teológico lo que resulta chocante es que el amor y la gracia de Dios se reparten sin tener en cuenta en absoluto la dignidad de los receptores. Este tipo de gracia indiscriminada era desconocida en el mundo de Pablo. Era algo revolucionario y hasta peligroso, haciendo que Dios pareciera arbitrario e injusto, poniendo en riesgo el statu quo social. 

Creaba comunidades de creyentes que trascendían todo tipo de fronteras del mundo antiguo: religiosas, étnicas, sociales, de género y culturales. El mundo antiguo, con sus rígidas estructuras de jerarquía, estatus, poder y valor, no había visto nunca nada igual. 

El regalo de Jesucristo era y es la “manifestación definitiva del amor de Dios hacia los carentes de atractivo”. Este texto de Efesios revela la lógica del amor indiscriminado de Dios y cómo es capaz de romper incluso “la pared intermedia de separación entre judíos y gentiles”, pobres y ricos, amos y esclavos, hombres y mujeres. 

3. LA RESPUESTA A LA GRACIA DE DIOS

La gracia generosa de Dios exige una respuesta. Aunque no podemos contribuir a nuestra propia salvación, Pablo no tiene ningún reparo en decir que el amor y la gracia salvadoras de Dios tienen que generar como resultado vidas transformadas.

10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:10.

Los creyentes deben a Dios su nueva existencia en Cristo. Todo lo ha hecho él, nos hemos convertido en su “obra de arte” creativa ¿para qué? para hacer “buenas obras”. La expresión de caminar en amor la encontramos también Efesios 5:

1 Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. 2 Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Efesios 5:1-2.

Estos versículos condensan el latido de Efesios como un todo. Nos vuelven a llevar a la gran pregunta “¿por qué?” de la vida cristiana. ¿Cuál es el propósito del amor salvador de Dios? ¿Qué aspecto tiene la fe en la práctica? ¿Cuál es el objetivo de la misión cristiana? ¿Para qué sirve la Iglesia? 

La respuesta de Pablo es: andad en amor, como Cristo nos amó. El camino cristiano es una forma de imitación del amor divino. La gracia de Dios nos lleva a una relación con él. Somos hijos amados, queridos por pura gracia. 

Debemos responder amando a Dios y a los demás de una manera sacrificada, como nos amó Jesús. “Caminar en amor” abarca toda la vida. No es un “extra opcional” de la gracia divina: es el motivo por que se nos da la gracia. Esas son las obras que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”. 

CONCLUSIONES

De este análisis del amor de Dios en Efesios podemos extraer, como mínimo, cinco aplicaciones para nuestras vidas.

Primero, el amor de Dios es un “amor duro”, que desea el bien de la persona por encima de todo, y por eso no pasa por alto el pecado. El amor de Dios parte de una serie de verdades esenciales sobre nosotros, que no siempre son fáciles de escuchar.

El evangelio, y de hecho toda la narrativa de la Biblia desde Génesis a Apocalipsis, gira en torno a la realidad de que este mundo, y más concretamente la humanidad, nosotros, estamos profundamente rotos

Y esto es difícil de aceptar, especialmente porque vivimos en una cultura donde se tiende a equiparar el amor con la aceptación acrítica, donde se nos insta a perseguir nuestros deseos hasta donde nos lleven (a menos que perjudiquemos a otros), y donde el pecado no existe, sino que es una estrategia de marketing para vender colonias y cremas.

Nosotros, como iglesia, debemos mantener la calma y hablar de la realidad del pecado humano y de nuestra necesidad desesperada de la gracia Dios. Porque si no lo hacemos, el última instancia, no estaremos actuando en beneficio de otros. Y actuar de este modo

supone no amar. 

Segundo, Efesios es un recordatorio maravilloso de que el amor y la gracia indiscriminados de Dios no tienen límites. Dios ama a los indignos de ser amados, aquellos que se sienten avergonzados, los poco importantes y los despreciados. Y los ama tanto como ama a los ricos, los de buena formación, los que tienen éxito y son atractivos.

Dios no es lo que hemos o no alcanzado, sino que simplemente nos ama y nos acepta en Cristo. Esto es radicalmente liberador y profundamente contracultural en medio de un mundo dominado por los medios sociales, obsesionado por el estatus, las “amistades” de Facebook, el dinero, la belleza o el éxito. Un mundo en el que aquellos que no encajan son avergonzados y excluidos.

Y una manera de comprobar hasta qué punto hemos comprendido esto es pensar en el envejecimiento y la muerte. Es en la ancianidad cuando perdemos amigos, estatus, valor, salud, movilidad social e incluso puede que nuestra mente. Sin embargo, el amor de Dios no depende de ninguna de estas cosas. Simplemente nos ama.

Tercero, el amor de Dios crea comunidades de amor subversivo. La visión de Pablo para las iglesias era que fuesen comunidades cohesionadas en amor, que trascendieran todas las grandes jerarquías sociales, religiosas, políticas, culturales y de género que existían en el mundo antiguo. Nadie es más importante que otro, porque todos los cristianos somos simplemente receptores de la gracia de Dios. 

Por tanto, deberíamos preguntarnos cómo estamos reflejando como iglesia este amor que rompe fronteras. 

Cuarto, el amor de Dios es transformador, y se “derrocha” en nosotros con objeto de crear comunidades de virtud moral, capacitadas por el Espíritu, unidas a Cristo y que caminen en unidad y en amor. 

Esto no es un ” añadido” al evangelio: tales obras son el objetivo del gran amor de Dios. Esto nos desafía a examinar nuestra propia vida y también nuestra vida como comunidad. 

Quinto, Efesios nos revela el carácter propio de Dios. Él es rico en misericordia. Tanto su gracia como su misericordia son elementos constitutivos de su gran amor.

Este amor no solo nos da vida, sino también el privilegio de estar sentados con Cristo “en los lugares celestiales” y el notable honor de ser “hechura suya”. En otras palabras, sin más motivo que el amor, Dios nos ofrece a los pecadores no merecedores de ello tanto un futuro glorioso como una vocación presente exaltada. 

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

 ¿Cómo responde el apóstol al Evangelio de la autoestima?

¿Cuál es el diagnóstico de Pablo de la condición humana en los versículos 1-3?

¿Con qué dos ideas analiza Pablo la naturaleza y el alcance del amor inconmesurable de Dios?

¿Qué significa “andar en amor” y cómo se enfatiza esta prioridad en Efesios?

¿En qué aspectos nuestra fe es poco más que la aceptación de unas ideas en lugar de una forma de vida en Cristo?

¿En qué áreas estamos divididos y enfrentados unos de otros?

¿Qué necesitamos para que haya sanidad y reconciliación?

¿Dónde tenemos que renovarnos para vivir “de una manera digna de la vocación a la que hemos sido llamados”?

¿Cuáles son las fronteras y las jerarquías del mundo que nos rodea, que la Iglesia está llamada a desbancar?