Predicación 13 de marzo – Emmanuel Buch
Las generaciones más jóvenes de nuestro país han vivido en pocos años una crisis económica enorme, una pandemia mundial que ha provocado más de 6.000.000 de muertos (Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas de la Universidad Johns Hopkins, Marzo 2022 – la OMS estima que el número real puede ser dos o tres veces mayor), y ahora se enfrentan a una guerra a las puertas de Europa. Entre los adultos (que se lo pueden permitir) se ha disparado la venta de búnkeres por la amenaza nuclear. Una atmósfera de incertidumbre se extiende sobre todos nosotros y la consecuencia generalizada es Miedo. No puede extrañar que se multipliquen las depresiones y los trastornos psicológicos. En medio de ese tono gris que todo lo envuelve, Jesús dice: LEER JUAN 14,27.
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1. QUÉ DICE EL TEXTO.
1.1. “La paz os dejo, mi paz os doy”. El original griego indica “dejar como un legado”, dejar un tesoro. “Aquí Jesús habla de la paz no como un saludo, sino como un don especial que deja a los suyos.” (L. Morris: El Evangelio según Juan, vol. 2. Terrassa: Editorial Clie, 2005. Pg. 281). La paz es el legado que Jesús deja a sus discípulos.
1.2. “Yo no os la doy como el mundo la da”. Hay muchas clases de paz: la paz de los cementerios (que están llenos de muerte) o la paz de los bosques (que están llenos de vida). La paz en términos humanos es sólo “ausencia de conflicto” (aunque reine la injusticia) y a menudo es sólo un anhelo bienintencionado pero sin fundamento. “Todo saldrá bien”, oíamos en los meses de pandemia mientras morían miles de personas a diario.
La paz que ofrece Jesús es una paz diferente. Una paz que trae ecos del shalom hebreo: “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron. La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos.” (Sal.85,10-11). En términos personales es una invitación a la serenidad, al equilibrio. En medio de las incertidumbres, las amenazas, los miedos, Jesús nos invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mt.11,28)
1.3. “No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” “No os angustiéis ni os acobardéis.” (NVI) – “… no viváis angustiados ni tengáis miedo” (BLPH). ¿Vivir sin miedo? ¿Acaso Jesús nos librará de todos los peligros? No. Las teologías de la prosperidad son mentirosas. “En el mundo tendréis aflicción” (Jn.16,33), advierte Jesús. Los cristianos de Ucrania sufren como los demás ciudadanos; los cristianos españoles murieron por el virus y sufrieron la crisis económica como las demás personas. Alguien ha definido la perspectiva cristiana como “optimismo trágico”.
2. “TODO SALDRÁ BIEN”. “Todo saldrá bien” ya se dijo antes de la pandemia. Lo dijo y lo escribió Juliana de Norwich en el siglo XIV y lo afirmó a pesar de sus duras condiciones de vida y muchas enfermedades: “todo acabará bien, todo acabará bien, y sea lo que sea, acabará bien” (Juliana de Norwich: Libro de visiones y revelaciones. Madrid: Editorial Trotta, 2002. Pg. 94). Esa revelación no nacía de ignorar la verdad del dolor, la injusticia o la muerte; nacía del conocimiento vital del amor de Dios en Jesús, un amor infinito, inabarcable. Un amor que ni aún la muerte puede estorbar: LEER Rom.8,38-39. Nacía del convencimiento de la presencia cercana y sustentadora del Padre Bueno en medio de todo tiempo o amenaza: LEER Lc.12,6-7.
Ya hemos dicho que la promesa del Padre no excluye el dolor o la tragedia. Basta recordar a los héroes dolientes de Hebreos 11. Pero el amor del Padre se expresa como acompañamiento que nos “envalentona”: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Sal.23,4).
3. DES-CENTRADOS, CENTRADOS EN JESÚS. Todas las promesas que nos permiten superar el miedo están asociadas a una misma exhortación: “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mt.6,33). Mientras el centro de nuestro vivir somos nosotros mismos, todo será temor, inseguridad, incertidumbre. Seguir a Jesús implica “negarnos a nosotros mismos”, implica “morir como el grano de trigo” … implica des-centrarnos de nosotros mismos para dejar el centro a Jesús, a su voluntad para nosotros, des-centranos para centrarnos en Él. “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gál.2,20) resume este principio de plena disponibilidad obediente a Jesús. “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gál.2,20) resume este principio de plena disponibilidad obediente a Jesús. “Cada día sé más / que no me pertenezco” (Pedro Casaldáliga).
Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre. (Carlos de Foucauld: “Oración de abandono”)
“Porque Tú eres mi Padre”. Ganados por el amor de Dios, mostrado en la cruz de su Hijo Jesús, podemos descansar en Él, podemos descansar en Su voluntad, podemos vivir en paz, podemos echar fuera el miedo. Sí, en Él, todo saldrá bien.
Para movernos en ese sentir necesitamos quitar nuestra atención (asustada) de las amenazas y dedicar nuestro tiempo a conocer a nuestro Padre Bueno, cultivar una intimidad con el Padre, a través de Jesús en la Palabra, que nos afirme en la seguridad de su carácter amante, provisor, atento a nuestra necesidad
1199/ y 2
Mi respuesta. Dicen que la expresión: “No temas” se repite 365 veces en la Biblia. Esas palabras cobran peso en nuestras vidas en la medida que conocemos mejor al Padre, en la medida que cultivamos la intimidad con Jesús, en la medida que permitimos al Espíritu santo guiarnos. Se forja así una relación confiada con Dios, a la manera del niño que reposa entre los brazos de su madre (Sal.131), porque “[mis ovejas] … nadie las arrebatará de mi mano. (…) nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” (Jn.10,27-29). Y podemos cantar:
Salvo en los tiernos brazos
de mi Jesús seré,
y en su amoroso pecho
siempre reposaré.
Este es sin duda el eco
de celestial canción,
que de inefable gozo
llena mi corazón.
Coro:
Salvo en los tiernos brazos
de mi Jesús seré,
y en su amoroso pecho
siempre reposaré.
En sus amantes brazos
hallo solicitud;
líbrame de tristeza,
líbrame de inquietud.
Y si vinieran pruebas,
fáciles pasarán;
lágrimas si vertiere,
pronto se enjugarán.
Y cruzaré la noche
lóbrega sin temor,
hasta que venga el día
de perennal fulgor.
¡Cuán placentero entonces
con él será morar,
y en la mansión de gloria
siempre con él reinar!
Hermano, no faltarán las pruebas, no faltará la aflicción en nuestras vidas. No sé cuáles serán las mías y no me veo capaz de enfrentarlas. Pero a la manera del maná en el desierto, para cada necesidad, en cada día, el Padre de toda misericordia y consolación tendrá para ti, para mí, cada día una porción de gracia suficiente para ese día. Confía en Él, y Él te dará su paz: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.” (Is.26,3-4; 41,10).
Amigo, escucha a Jesús. Deja tu vida en sus manos y recibe su paz.