Predicación 13 de febrero – Emmanuel Buch
Ante la realidad de nuestros jóvenes, un psiquiatra especializado en infancia y juventud advierte: “Debemos enseñar a nuestros jóvenes a tener tolerancia frente a la frustración, ser capaces de gestionar las pérdidas, levantarse y volver a empezar, en definitiva, enseñarles estos valores les hará ser más fuertes frente a las adversidades en estos momentos y cuando sean adultos.”
1. JESÚS. ¿QUÉ JESÚS? El Jesús de la Biblia. Jóvenes (y no jóvenes) enfrentamos las dificultades de la vida y las decisiones que orientan nuestro vivir, en base a determinados criterios, valores, pautas que recibimos de otros y que hacemos nuestras. ¿Dónde lo aprenderemos todos? La respuesta es fácil en teoría: puesto que somos seguidores de Jesús, aprendemos de Jesús. Pero la cuestión es: ¿a qué Jesús conoces? El único Jesús relevante es quien se da a conocer en la Biblia, en el Nuevo Testamento que nos lo presenta con claridad y en el Antiguo Testamento, que progresivamente nos va acercando a Él. ¿Conoces a Jesús a través de la Biblia? Nos exhortamos a conocer la Biblia, no como un ejercicio intelectual sino para conocer personalmente al Jesús que la Biblia nos muestra. A la manera de los judíos en tiempos de Nehemías: “Y leían el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.” (Neh.8,8). A la manera de los judíos de Berea: “escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así [tal como enseñaba el apóstol Pablo]” (Hch.17,11). Quizás debiéramos darnos un poco más por aludidos ante la exhortación de la misma Palabra: LEER HEBREOS 5,11b – 14. No es la única palabra al respecto: LEER 1ª PEDRO 2,2-3
2. LA BIBLIA, “ESPADA DEL ESPÍRITU”. El conocimiento de Jesús no es una simple suma de datos, información, versículos; es un conocimiento relacional, conocimiento de Alguien con quien “tratar en amistad”. Y ese es el ministerio de la persona del Espíritu Santo.
El formalismo doctrinal sin la vitalidad del Espíritu, reduce las doctrinas a “cadáveres proposicionales”. Sólo el Espíritu Santo, que inspiró las verdades de la Biblia, las ilumina en nosotros para revelarnos a Jesús de una manera relacional. Él toma esas verdades acerca de Jesús y las hace vivas en nosotros, las traduce a nuestro vivir, nos las recuerda en los momentos que las necesitamos (si ya las sabíamos). De mano del Espíritu Santo, la Biblia es el trampolín que nos catapulta hacia el conocimiento vivo del Jesús vivo y a una relación personal con Él. Por eso el apóstol Pablo dice que ora al Padre para que nos de “espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él” (Ef.1,17); no para saber cosas distintas a las que están en la Biblia pero sí para “saberlas” de una manera distinta, una manera vital, relacional. Ese es el “secreto” de los sencillos que son sabios espiritualmente, es decir, conformados según el carácter de Jesús según el modelo que nos muestra la Biblia y que hace posible la acción del Espíritu Santo (Stg.3,17).
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