Luchando contra la depresión y el suicidio

Mucho se habla de la, poco probable, incorporación de la salud mental a la red de atención primaria de nuestro excelente sistema de Salud Pública. La oportuna intervención de algún político en nuestra tan denostada Cámara Baja o la muerte en extrañas circunstancias de algún personaje famoso llevan de forma periódica el tema a los medios de comunicación. 

Pero la realidad es que dicha incorporación supondría un elevado coste para las arcas públicas y son muy pocos los que están dispuestos a asumir un problema que según los “expertos” conviene silenciar a fin de evitar males mayores…

Así pues, parece necesario que, a modo de primeros auxilios, todos seamos conscientes de dos realidades relacionadas con dos realidades, de esta salud mental de la que hablamos, que nos pueden alcanzar en algún momento. La depresión y el suicidio.

Desconociendo el punto en el que, como lector, te encuentras voy a plantear este blog como si de un manual de primeros auxilios se tratara, pensando en que la ayuda es para un conocido o un amigo. 

Pero también puede ser que te sientas identificado en algún momento. Si este es tu caso quiero darte un consejo; no sientas vergüenza de necesitar ayuda y, bajo ningún concepto, dejes pasar el tiempo. Si dejas una enfermedad sin tratamiento, y las mentales lo son de verdad, cada vez será más difícil conseguir una óptima recuperación y las secuelas serán mayores. 

La depresión es una enfermedad. Provoca un estado de necesidad emocional y afecta a la salud mental generando un sentimiento de tristeza constante.

En cifras de la Organización Mundial de la Salud afecta a un cinco por ciento (5%) de la población lo que, a escala mundial, supone una población afectada que ronda los doscientos ochenta (280) millones de personas.

La depresión no es sólo una variación del estado de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la vida cotidiana. Cuando estos problemas se presentan de forma inesperada o superan nuestra capacidad para abordarlos las respuestas emocionales, que generan dichos estados de ánimo, son difíciles de gestionar por uno mismo y pueden convertirse en un problema de salud serio.

¿Cómo identificar la depresión?

Como cualquier enfermedad tiene síntomas y no debemos ignorarlos en las personas que nos rodean ni en nosotros mismos. En cualquiera de estos casos es preciso buscar ayuda si:

  1. Has perdido el interés por todo.
  2. Te irritas fácilmente.
  3. Lloras sin razón aparente.
  4. Tienes ataques de ansiedad incontrolables.
  5. Tienes problemas para dormir por la noche.

No esperes para buscar ayuda y hazlo de forma urgente cuando percibas, en ti mismo o en los que te rodean, estos síntomas de forma recurrente o cuando su intensidad sea moderada o muy frecuente. 

La depresión puede causar soledad, aislamiento y/o un gran sufrimiento a la persona afectada y altera de forma evidente sus actividades laborales, escolares y familiares. Tampoco debemos ignorar que esta enfermedad empeora si no se toman las medidas necesarias y que, en demasiadas ocasiones, desencadena pensamientos suicidas.

El suicidio, ponerle fin a tu propia vida, es una reacción trágica y desproporcionada a problemas y situaciones de la vida estresantes que, aparentemente, te superan y desbordan.

Según la OMS cada año se suicidan en el mundo más de 700.000 personas, lo que implica un uno por ciento de todas las muertes registradas. La distribución por regiones y grupos de población es diversa, pero con estos datos su importancia queda patente.

Son especialmente alarmantes los índices de suicidio adolescente y juvenil. Esta es la cuarta causa de muerte en el grupo de edad comprendido entre los quince y los veintinueve años, sólo por detrás de otras causas como los accidentes de tráfico o la violencia.

Por esta razón es posible que, en algún momento, nos encontremos ante una situación en la que nuestra intervención puede ser decisiva para salvar una vida. 

Puede ser estresante escuchar a una persona decirte que está pensando en suicidarse o decir cosas que te hagan pensar que está considerando quitarse la vida. A lo mejor no sabes que decir para ayudar a esa persona y piensas que tu intervención podría empeorar esa situación…

Sin embargo, y a pesar de todo, tomar medidas es siempre la mejor opción. Piensa que, si esta situación se presenta, es muy posible que conozcas a la persona; a lo mejor te sientes incómodo entrando en un nivel de intimidad demasiado elevado para lo que acostumbraís a compartir, o quizá nunca habéis compartido nada personal y súbitamente ves señales de alerta…, definitivamente intervenir es la mejor opción. Seguro que piensas en miles de alternativas que parecen mejores, pero en ese momento tú serás la única.

¿Cuándo buscar ayuda?

Recuerda que, en cualquier situación, debes buscar ayuda urgente si alguien te comparte:

  1. Conversaciones relacionadas con la muerte o, directamente, pensamientos relacionados con quitarse la vida.
  2. Que poner fin a su vida resolvería todos los problemas.
  3. Que es una carga para los que le rodean.
  4. Que no hay razones para vivir.
  5. Sentimientos de gran culpa o vergüenza.
  6. Sentimientos de gran tristeza, ira o dolor insoportables.
  7. Sentimientos de dolor emocional insoportable.
  8. Cambios llamativos de comportamiento o separación social.
  9. Despedidas injustificadas.
  10. Regalo de objetos personales valiosos.

Pero también hay otros contextos en los que estas señales de alerta pueden pasar desapercibidas o haber estado ocultas y conviene conocer los factores que, de forma más habitual, desencadenan las tentativas de suicidio.

En el instituto o la universidad

Comenzamos en el instituto o la universidad: Presta atención a compañeros o amigos que estén en esta situación:

  1. Estrés por el rendimiento escolar, las relaciones personales y las expectativas acerca del futuro.
  2. La existencia de tentativas anteriores. Casi la mitad de los adolescentes que intentan suicidarse ya lo han hecho con anterioridad.
  3. La existencia de un historial familiar de violencia, abuso o suicidio.
  4. La pérdida reciente de un ser querido, el fin de una relación personal o, el divorcio de los padres.
  5. Los sentimientos de gran tristeza o dolor en víctimas de acoso escolar y, por otro lado, los sentimientos de vergüenza o gran culpa en los acosadores. Es importante no olvidar la existencia del acoso cibernético.
  6. La duda, la indecisión y el sentimiento de rechazo entre los homosexuales, lesbianas y transexuales a causa de su orientación sexual. En este colectivo la tasa de suicidio es cuatro veces mayor que la media.

En el trabajo

También en el puesto de trabajo, en el que cada vez pasamos más tiempo, conviene prestar atención a compañeros con los que compartas este tipo de situaciones:

  1. Comentarios directos acerca de la muerte y del suicidio.
  2. Comentarios indirectos como “¿qué sentido tiene vivir?”, “la vida no tiene sentido”, o “nadie me echaría de menos si no estuviera”.
  3. Publicaciones en redes sociales acerca de la muerte o de morir.
  4. Comentarios en torno a la planificación o los medios que serían necesarios para hacerse daño, como acceso a fármacos o armas.
  5. Regalar pertenencias personales de valor.
  6. Preguntar detalles sobre las pólizas de seguro de vida y en especial sobre los relacionados con la causa de muerte.
  7. Mostrar interés en asuntos relacionados a la muerte, como hacer un testamento, las preferencias para un funeral, etc.
  8. Mostrar cambios evidentes en el comportamiento o el humor. La persona puede parecer triste, callada, deprimida o aislada cuando no es común en ella.
  9. Desatender el trabajo, la apariencia o la higiene de manera visible.
  10. Expresar sentimientos de desesperanza o impotencia.

Principios de ayuda

En cualquiera de estas situaciones, tanto en el ámbito escolar como en el ámbito laboral, es necesario considerar estos principios de ayuda:

  1. Pregúntale directamente si piensa en suicidarse. Te ayudará a saber en qué punto del proceso de ayuda te encuentras y del tiempo que dispones para organizarla.
  2. Escúchale. Permanece a su lado y hazle saber que te importa lo que le sucede. No hay prisa.
  3. Sin consejos. No le digas cómo debe sentirse o lo que debe hacer. 
  4. Apóyale. Empatiza y muéstrale que entiendes su dolor. Tu estas ahí para ayudarle.
  5. Atiéndele. No dejes sola a esa persona, especialmente si ha respondido de forma positiva a la pregunta directa del primer punto.

Y, sobre todo, buscar ayuda juntos, acompañarle, no le dejes solo.

Recursos

Los recursos que podemos utilizar en caso de necesidad son:


También puedes contar con nosotros, escríbenos: info@iglesiacristovive.es