Hola, estoy aquí porque os quiero contar una historia. Es muy especial, porque es personal y porque es una maravillosa historia de amor.
Antes de que yo naciera, ya tenía un enamorado, el me conocía y me amaba.
Nací, un 10 de mayo, él estuvo allí y se sintió muy feliz y orgulloso conmigo. Hasta guapa me veía.
Empecé a crecer, y el siguió mi vida muy de cerca, sabía todo de mí.
Mi madre y otras personas me hablaban de él, me decían que me amaba y que quería conocerme. Pero yo estaba muy ocupada en otras cosas, jugar, hacer travesuras, etc. Además, era muy pequeña para enamorarme. Esas eran cosas para mayores. Pero, aun así, me seguía amando. ¡Qué persistente!, ¿verdad? Y me seguía esperando. No quería forzarme a quererle.
Entonces fue cuando se me declaró personalmente. ¡Guau! ¡Y vaya, qué declaración! Me dijo cosas que yo nunca hubiera imaginado:
Que yo era su tesoro (lo mejor que él tenía). ¿Pero cómo podía ser eso?
Que me llevaba esculpida en la palma de sus manos, y que su amor por mí era eterno, nada podía cambiarlo. Me amaría para siempre.
Y no solo palabras, hizo muchas cosas para demostrarme su amor:
Me consoló en la tristeza,
Me dio fuerzas cuando no tenía.
Pero hizo algo, hizo algo, que no tiene nombre, yo tenía una deuda, una gran deuda, y el la pagó por mí. Ahora no tengo tiempo para contaros la gran lista que la formaba, pero os diré que solo con mi vida la podía pagar, no había nada en el mundo para pagarla. Y no os lo podéis imaginar, lo que él hizo… Entregó la vida de su hijo por mí para que yo no muriera y pudiera vivir para siempre con él. ¡Qué amor! ¡Qué inmenso amor, no hay otro amor igual! Y caí rendida a sus pies, le pedí perdón por haber tardado tanto en amarle, le pedí perdón por herirle, le supliqué que me ayudará a no defraudarle.
Desde entonces vivimos una gran historia de amor, cada día y en cada circunstancia.
¿Te da envidia? ¿Necesitas amor? ¿Te sientes solo? ¡Eso es lo mejor de la historia que también puede ser la tuya! Él te está buscando, como a mí, solo necesitas decirle que sí, que aceptas su amor. Nunca te arrepentirás.
Por Sara Padilla
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El gran amor del Señor